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miércoles, 31 de agosto de 2011

Torcello, Ruskin y el trono de Atila.


Entre las atracciones de la isla de Torcello se encuentra un asiento de piedra, conocido como el trono de Atila. Es poco probable que el huno lo utilizara en alguna ocasión, pero se ve que el dato no le resta encanto porque son pocos los viajeros que se resisten a probar lo confortable que resulta —supongo— un mueble tan duro. Incluso John Ruskin lo utilizó en 1850 para hacer un dibujo de este mismo lugar —que se encuentra justo entre la basílica de Santa Maria Assunta y la vecina iglesia de Santa Fosca—, para lo que tuvo que girar 90º el cuerpo sobre el asiento, hacia su izquierda. El detalle puede que pase desapercibido si se considera la situación y la posición actual del trono, pero en alguna fotografía antigua se puede comprobar que por aquel entonces se encontraba justo al pie de una columna que sirve de base a una estatua de la Virgen, a unos dieciocho metros del lugar que ahora ocupa y con un giro inverso al referido anteriormente. Si la situación del punto de vista y el ángulo de visión de mi dibujo hubieran estado más próximos a los que adoptó Ruskin, tal vez hubiera resultado curioso comprobar que en ciento sesenta años tan sólo ha cambiado la elevación del suelo y la situación de los brocales. No deja de resultarme atractivo que aún se conserven algunos escenarios de las pequeñas historias —o de las grandes—, aunque hoy día Ruskin sólo hubiera podido dibujar unos cuantos árboles.

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