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martes, 6 de septiembre de 2011

Río de la Miel.


El Río de la Miel se pierde entre las alcantarillas de Algeciras antes de llegar al mar. Sin embargo, aún ofrece a la vista y a la imaginación algún tramo de su breve curso que sin duda hubiera sido el gusto de los viajeros románticos del siglo XIX, por el origen árabe de su nombre y por su puente medieval, por su sugestiva cascada, por las ruinas de algún molino de agua y por la leyenda de haber sido camino de bandoleros y contrabandistas. Sus orillas son hoy día una ruta senderista, en la que la naturaleza sigue siendo tan amable y agradable, como lo es en tantos otros lugares de este sur inmerecido.
Recuerdo gratamente que la acuarelita —no más que un folio, como es costumbre en quien suscribe— es de esas en las que uno pierde la noción de estar trabajando sobre la superficie de un papel, para adentrarse en su superficie con el tacto de la imaginación. De esas en las que te sientes un auténtico gladiador del pincel, sobre todo en esa última hora de lucha contra los medios, en la que todo pasa definitivamente de la segunda dimensión a la tercera, y de la tercera a la cuarta para quien lo vivió.
Las demás cosa que me evoca, son otras historias.

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